sábado, 29 de octubre de 2011

LA NOCHE MÁS CORTA

Para pasear la noche hace falta al menos un cuerpo alegre. Este amanecer no existe, tú y yo lo sabemos. Nos contamos los pasos y las miradas. Es necesario que uno ame la tierra y se desnude en el verbo. Nuestras manos se buscan en la tibieza del otoño. Sabemos hacer el amor al firmamento a través de un roce preciso. Caminamos y nos sobran los textos sagrados. La ciudad nos abre de luces verdes, pero aún no es hora de despedidas. Aquí tienes mi cuerpo florecido en tristeza. Estamos rotos, intermitente confusos como los párpados semiabiertos que retienen la línea entre la vida y la muerte. Podríamos escribir un adagio consonante entre bambalinas. No hay efectos especiales, sólo glosas chinescas en el perfil de dos almas. Cúmplase la voluntad del buscador de sombras. Yo no sé decir porque vengo de la pregunta, pero somos felices en el andar inexorable que nos lleva al adiós. Las hojas detienen el éxodo sobre nuestros corazones de marfil. Cómo puede ser que la noche se conforme, que no dure más que una melodía nocturna y las sábanas la arropen como si todo hubiera sido un sueño?. Hoy aún no ha amanecido. Tú o yo, quizás, seamos la mano zurda que escribirá el primer verso. Cae el telón. Buenos días.