lunes, 26 de enero de 2015

ALIANZ-ARTE



Una reflexión sobre la importancia -y necesidad- de unificación, lazo, proyección entre creadores de todos los campos, como siempre ha sido y ahora, mucho más que nunca. El artista sólo debería estar solo en el proceso de creación, marginado en sí mismo, conviviendo en la frontera del riesgo por y para su labor. Después, en la resaca de lo innegable, caminar, exponerse, desabrocharse completamente a la crítica del mundo -de ese mundo que necesita y sueña otra terminología para expresarse, otros paisajes a los que dar otro sentido, otredad de la dimensión imaginaria, las otras respuestas en definitiva- Después, ahora digo, no es justo dejarles en ese camino, vilipendiados por la casta de los repetidores del curso de la ignorancia, cum laudem de la envidia, la risa falaz de la complacencia en el cliché oficioso de algunos trofeos de escaparate. El arte, la cultura, necesitan seguir formando parte de nosotros. Cadena perpetua para los analfabetos gestores, sus migas y sus zafarranchos de combate intelectualoides. Tribus triviales, virales, e intocables: con el arte no se juega. Con el pan, menos.

(Videopema realizado por el artista y fotógrafo Martín Sampedro del libro "La hija del Capitán Nemo")


lunes, 19 de enero de 2015

LA LLAMA AZUL

Perfora mi ropa como lo haría la pavesa de un cigarrillo, traspasando la carne a través de la hendidura sangrante de la carne. Latente en la consumación absurda donde el razonamiento es una línea recta en el monitor de una parada cardiaca. A el fin le da igual el mientras y el después. Ha estado vigilando siempre nuestro miedo tras los visillos del salón, orinándose en sus dobladillos, debajo del suelo, en la humedad indecorosa del salón de invitados. Las esquelas de los malos presagios pernoctan en el horror de la genética. Revisen y cambien sus colchones. Hay quienes respiran en los muros apuntalados por otros cometas, como una araña preñada y reventada prematuramente por un zapato. Medio millón de arañas recién nacidas y muertas a la vez. Celebración del ser, de una u otra forma. Qué más da si perdemos la casa si ya habíamos endeudado las llaves a la ciudad donde las sirenas sólo llegan a los primeros auxilios. La ignorancia devora las polillas de los libros que nunca debieron ser escritos, el nervio occipital de la piedra que espera ser descifrada en su condición de eternidad. Tengo los intestinos rebosando nostalgia y necedad a partes iguales. Deteneos un segundo. Notaréis cómo respiran. Desempolvar los libros. La tristeza es un cebo para la locura. Que caduquen las advertencias en los lácteos, en los coleópteros de las defecaciones imperialistas, en los conquistadores de estrellas, sus supernovas automáticas con ubres infinitas. Las neveras están vacías de misericordia. Ha resistido en la faringe donde se agitan los cadáveres del polo norte, en el calcio insoluto de los huesos de la fe. Parad. No se líen. Las columnas de los grandes templos tampoco pueden salvar los grafittis. Así no hay quien duerma ni quien despierte. De qué hablamos sin decir. Qué contaban los libros. Vivir y que nos queme. Arder. Que no tenga que ser escrita. Piedad, digo. Desaparecer sin dejar rastro. La inexistencia también es un don. Y además, no duele.