domingo, 24 de noviembre de 2013

CUENTO DE OTOÑO


Desde el principio de los tiempos, el amo del lobo hizo lo imposible para no dejarse ver. Mandaba cada noche una cuadrilla con sus mejores sementales para avivar la sed de las doncellas bajo sus camas mientras dormían. Esperaban el instante en que la voluntad bajara el telón en el intermedio de la razón para sacudir sus patas y meterles el hocico en la garganta y pararles el corazón y la aguaviva de las pesadillas antes de caer al imperio del deseo.

Otras veces, adiestraba un epílogo en medio del bosque donde los mayores buscaban setas en otoño. Sabía perfectamente donde morder. La yugular acababa confundiéndose con las raíz de un árbol. Pero el amo iba por detrás y organizaba un festín por todo lo alto con los solteros del reino. La sangre de la memoria oxidaba las cadenas. Era lo único que nunca pudo dominar. Caperucita, por aquel entonces, aún no estaba inventada. Ni el antídoto que emborrachaba la manzana del engaño. Ni la anestesia. De hecho, no hay perdedores en este cuento. Sigue tú. Escribe que la rabia es un postre caducado en el contenedor del recuerdo. El lobo es una especie protegida...los otros lobos.

(Imagen de John Everett Millais. 1.864)

miércoles, 9 de octubre de 2013

VENA MÍA

La culpa la tiene mi doctora. Y el asco. Y mi cepillo de dientes que provoca la arcada matutina. Y él y su cajón de la cómoda con su medallita de comunión de oro. Y sus corbatas enfundadas en bolsas de la tintorería. La culpa la tiene la pena y lo poco que me deja para pensar en otra cosa que no sea la lista de la compra cuando al dolor se le hace la boca agua. El pollo y sus virtudes acrobáticas en la sartén. El boquerón frito y la sardina al horno. Sus cartas bancarias sobre el mantel de la depresión y mi quiebra intestinal. Mi casa huele bien a pesar de todo. Aún conserva el vaho del amor en el techo. Cada mañana esquivo al duelo el contorno de un ángel en los azulejos de la cocina. Cada noche acaba estrellándose en un vaso rojo. No duele. Necesito que me haga llorar en vena. Morir por esto sólo te asegura una buena incineración y una coral de plañideras de serie. ¿Por qué callan los hijos de Olot? ¿A quién temen? Esta cuarentena de vida no es vida. Odio la fluoxetina. Me queda grande de sisa y de orgullo. La doctora tiene razón: Nadie merece ser notificado en el olvido. Hay que andar de nuevo. No lleves adornos, ni piel ni ropa. Corre. Corre hoy detrás de otro ángel, maldita sea. Que te señale el sitio donde mejor paguen el oro por miligramo de felicidad. Que alguien perdone a los que crean en tu inocencia.. Vendo medalla de un infante con fin benéfico. La libertad no es tan cara como piensan. Pero a veces da mucho asco.



jueves, 23 de mayo de 2013

LIMBIOSIS

 

Decir o cantar a pulmón. Al  precipicio no le importa aniquilarnos. Somos un nudo de lana en el caos original. Hablar, escribir sin pensar porqué. La caída debe ser automática.  Deténganse un segundo en la belleza: nunca toca suelo pero tampoco se cura con la diálisis de una nube.  Eso es importante. Tanto como soñar un hijo que enumere lo que nunca pudimos hacer nosotros mismos. Escuchen los primeros balbuceos. Ahí es donde reside lo cierto. Luego olvidamos. El hijo no existe aunque sea el momento exacto para un arrullo. Pero hay hijos que no nacerán nunca porque olvidan que tienen que nacer. Están a medio parir entre el destino y la niebla. Les damos de comer, extraemos la leche desde la disonancia horripilante de la realidad. No decimos hambre, decimos bebe. Él o ella vocalizan hojarasca, viento, adiós. Ensayan el dédalo de un futuro sórdido. Vienen coronados de laurel y una máscara natalicia en blanco carnaval. Así fuimos. No lo recordamos. Pero alguien nos enseñó a callar. Tal vez porque aún no estamos aquí. O porque  nadie lo entendería. Ni falta que hace. Quiero teta. Y otro mundo.
(Fotografía de Valentín Toledo )
 

domingo, 10 de febrero de 2013

HERMANO LOBO

Olvidar la noche

Donde todo comienza

Qué rezar y encima de qué cuerpo

Acábame en la venia del agua y del pan

Sin más penitencia sino tú

Hermano lobo

Malherido de fe

Sacrificas

La negación

A pesar de las balas

Sino yo, que no fui, no espero

Duermo ahora

Un recuerdo dulce

Ocupará tu lugar cuando despierte

Ese animal manso

Aterido por el frío

 

martes, 5 de febrero de 2013

DOPING



El argonauta traspasa el dique surfeando sobre la madre de la fiebre. En las noticias, una calavera habla sobre la mano izquierda de su asesino.  Hay restos de hueso y pólvora entre los labios de la memoria. Piernas y brazos cercenados como muñones secos implorando el arrepentimiento de los feligreses. Mártires de la misericordia sin título ni sepulcro bajo el mármol de los templos. Nuestra niñita invierte un reloj de arena que oscila juguetón entre su índice y pulgar. Cuenta en cinco segundos su agonía. Yo que tanto quise no tengo ya valor. Oremos por la gula del plancton (voz en off. Interferencia canalla: Voy a comerte el corazón). Todo es relativo menos el hambre. Tu brújula devora en el sur el ansia de un hundimiento. Cinco segundos más. Vena, toma mi sangre y devuélveme la garganta. Concédeme la licencia de los cuerpos celestes. Y otro amanecer más en la clemencia de los expatriados. Uno, dos, tres…