martes, 18 de octubre de 2011

AZUL, CIELO


No puedo hacerme cargo de ti, cielo. No puedo atender siempre la comida y que no se me peguen las lentejas. Ni colgar la ropa y sacudirla antes para que no quede la marca de las cuerdas. No me gusta hablar con el portero de cómo nos va cada mañana. Los asuntos comunitarios, la vecina quejosa por los ladridos del perro. Es temprano y hago café para la casa que habito contigo. Ventilo de polvo y ausencias nuestro dormitorio y hago la cama. Plancho el suelo blando para tus desvelos para que no me desveles. Recojo tus migas, tus monedas esparcidas en la mesilla de noche. Construyo un continente en una caja de caudales que es en realidad una botella de litro y medio de leche. Son ahorros para los días en blanco. Se me olvidó apuntar, por cierto, que hay que comprar leche y pasta de dientes para sonrisas sensibles. Y café, y tu gel preferido y esos filetes de corte fino de ternera que tanto te gustan empanados. A todo esto, cielo, casi olvido un verso. Lo anoto en la lista de la compra. No es nada, ya sabes, tonterías mías. ¿Te he dicho que he visto una gaviota?. Qué importa. Hay espacios azules entre los dos. A veces, suceden estas cosas. Debo cuidar las notificaciones personales. O se quemarán como las lentejas en una olla exprés. Aunque yo añore el tacto soluble de tus dedos.