sábado, 16 de abril de 2011

NEC SEMPER, NEC NUMQUAM SED NUNC


Lazo rojo. Medias rojas. Zapatos rojos. Es morena y extremademente menuda. No tiene más de 6 años. Juega sola, habla con alguien invisible. Canta y se escucha a veces. Otras, canta y parece que ni se escucha. El tiempo pone su alfombra sin saber que es ella la que teje ese instante. Es su tiempo y el mío en ese resplandor mágico que comienza a provocar dando vueltas sujeta su brazo a una farola. Y ahí se para todo y continúa suspendido en esa imagen. Entonces, una poeta sin palabra, ve la palabra con medias rojas y diminutas. Ve al árbol del amor dejando flores sobre un papel en blanco. Ve y se avergüenza de su propia ignorancia. Recuerda que nada es para siempre sino queremos ver; que nada no tiene palabras porque no existe, sencillamente. Entonces, una poeta recuerda que un carpe diem ya ha sido escrito anteriormente, que no hay nada nuevo en esta primavera. Ni siempre, ni jamás sino ahora. Y que jamás podría ser de no haber contemplado el juego de una niña morena, diminuta, con medias rojas y escribiendo sin saberlo esta hoja en blanco. Sea, pues. Sea ahora.