domingo, 30 de diciembre de 2012

CONJURO PARA EL MAL DE OJO




Distinguir una cotorra de una gaviota
 Usar gafas cristalinas en las tinieblas
 Proteger la fórmula original del alba
 Del falso precio de la corona
 Mirar al mar de frente y desde atrás
 Con escamas de ballena azul
 Hacer sopa boba de gallina vieja
 Celebrar la tempestad para que el rayo parta
 Al que no sepa hacer de la risa un puro semental
 Calentar las manos al que tiembla
Bajo nuestro techo y custodia
 Hervir en la noche y cribar el deseo
 Del sudor excesivo de la franela
 Mojar un calcetín en café
 E inmolar las líneas del destino
 En un pie desnudo
 Nombrar huésped distinguido
Del atlas carnal
Al ángel custodio
 
 Volver al mar. Pisar la arena.
  Despedir pues, sin pañuelitos blancos,
 A las olas que van, lamen y desaparecen
Que no hay oro, ni baile, ni coronas
 Digan lo que digan los naufragios
 En sus últimas jaculatorias

martes, 4 de diciembre de 2012

PALABRAS

 


Amaestrar el pulso sobre el papel arrugado del niño que fuimos en la escuela de los significados. Borrar, alumbrar una y mil veces el trazo correcto. Letras parodiándose en busca de un sonido aún impronunciable. Dar a luz a la madre llamándola por su nombre. Querer al padre en el verbo mimar. Unir el singular con el plural. Anudar el árbol con el hombre, la leche con la vaca, el miedo con la noche, el fin de un cuento con la felicidad. El amor con un beso. ¿Cómo se escribe vacío con un triste código de signos?. Y el dolor ¿cómo se dice?. Y la muerte ¿cómo se dibuja?. Las palabras provocan la combustión del lenguaje. Arden bajo la ambigüedad contenida del desorden primigenio de la razón. Para cifrar, reinventar la llama que las haga desaparecer, habría que convocar una asamblea que vote por unanimidad que todo lo dicho vale para salvar un solo verso de un poeta.
 (Imagen tomada en la exposición “El hilo de Ariadna” y que se podrá disfrutar hasta el mes de marzo en La Casa del Lector http://casalector.fundaciongsr.com/. Detrás, la videoinstalación de Charles Sandison. “Index”, 2.006)

jueves, 29 de noviembre de 2012

BIRD DREAM

 
 


Entro por la puerta trasera del jardín.  A mi derecha, un arbusto me revela el sosiego de cuatro gorriones. Parece un prodigio que estén quietos, que mi presencia no les haga temblar entre las hojas. Me detengo ante la extrañeza de sus pupilas detenidas en un horizonte que no puedo alcanzar. Qué puede hacer un pájaro sino volar dentro de un sueño?. Estiro mi mano para tocarlos. Atravieso un encaje de niebla. Confunde la araña el hálito de su presa. De repente el frío. La rama es un precipicio de calma mortal y silenciosa. Serrín de plumas entre los dedos. Regreso a la hora del café. Alguien llora la tragedia de un salto. Danza ya con la perversidad de lo efímero. Salgo de casa por la puerta principal. Todo es silencio.
(A Daniel, in memoriam, que soñó antes de tiempo su primer vuelo)

sábado, 20 de octubre de 2012

TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO

 

 





“Las olas llegan y vuelven a llegar, no paran, insisten, son metáfora de la vida. De las putadas de la vida, del despertar para volver a dormir. Del nacer para volver a morir. Hay caricias, abrazos, palabras, llantos, frases que envuelven todos los pasados. Victorias que obligan a empezar, derrotas que obligan a continuar, espacios que no se volverán a pisar y sin embargo uno queda allí. Personas que quedan en uno, en lo más profundo.
Y se espera, es la ilusión de encontrar la ola.”
(Justo Mon. Aventuras de un surfista punk, 43)


En la unificación de las ausencias, hay un mar que se niega a devolver las flores acariciadas bajo el silencio de las lágrimas de Lorenzo. Dices que la mano de tu madre toca tu frente y se abre de nuevo  la posibilidad de traspasar el límite de lo eterno. Hablas de la resaca de la vida mientras salinizas la red del pescador de naipes tomando a sorbos pequeños el orujo de las mañanas. La sed de grial enmudece a las muchachas de la orilla ante tu desnudo argonauta de vanguardia colorista. Lleva un curso de retraso esta muerte por deshacerse en la belleza, de hurgar en el invierno un acantilado donde sólo vive un cormorán y un arrecife corta la línea horizontal del paraíso perdido (“caerán ángeles - anticipaba Milton- ruge la confusión del caos”). Mañana seguirá siendo mañana, apunta en tu cuaderno de bitácora celestial, querido Justo. Anota también que el más árido azote al tiempo es el olvido de todos los aniversarios difuntos,  de todos los natalicios venideros, del hilo mojado del caracol en un arrabal de versos. La edad se arrincona ordenadamente como la leña en la estación del otoño, esperando el conjuro del fuego. Hemos bebido contigo del líquido digital  donde se imanta el devenir cíclico del mundo ante la precariedad del silencio. Desobedecimos junto a Cummings las costumbres de los náufragos, cifrando oraciones noctámbulas en los márgenes de insomnios incendiarios, desbrozando las causas de la ceguera. Abrías los ojos y todo era una tormenta de arena donde cantaban sirenas desde el fondo anárquico de la lógica. Pero siempre regresábamos como dioses arcanos, saciados de sal y polvo de estrellas. Amaneció mañana en el mismo punto donde ha de encontrarse la victoria inmaculada de la memoria. Y en la tuya, que ya es vértigo de luz, esta marea detenida en el más hermoso y crepuscular estío.

(Carta a Justo Mon en el homenaje recibido en Madrid el día 18/10/2.012 en el Bukowski Club. Imagen de Fredy Llerena, "El pez volador")

sábado, 6 de octubre de 2012

TRES TRISTES TRÓPICOS


Mientras escribo en la terraza este texto para Julio, oigo una legión de segadoras y sierras eléctricas. La rama que apunto estuve de tocar ayer ha sido cortada. Luego tres coches recogen las hojas, aún brillantes y tersadas por el sol otoñal y enfilan hacia algún lugar que nadie conoce. Se me antoja un cementerio de árboles como destino.
Vuelvo a las letras y veo al poeta numerando el testimonio del absurdo, desertando en la memoria de la madera, maldiciendo ese lugar de naturaleza muerta como magisterio de la razón. Eternidad tras eternidad y seguiremos cortando la cepa del olivo para el sediento camposanto del recuerdo. No hay nada más amargo que caminar entre las raíces de lo que el hombre destruye sin misericordia a base de cuchillo y cemento.
La voz es un asunto muy íntimo des-privado de emoción hasta que la propia emoción responde a nuestro silencio. La voz como salvoconducto de la escritura. En la oscuridad se dan la mano las mejores glorias o las más tristes pérdidas. El caos otorga a cada alborada una sola respuesta: La verdad es la dentellada en la médula del mundo. El poeta, con pulso muy firme y armado de trópicos, diseccionó por partes las zonas frías de las calientes. Al norte, un silencio suicida en grado infinitesimal. Una habitación deshabitada es un equinoccio de invierno, un deshielo de absurdos en el cénit de la cordura. Que amanezca, implora el poeta…así por siempre se escucha su letanía desde cualquier punto del universo.
En el meridiano, se enfrenta a la melancolía vestido de traje de domingo. Ponerte ojos de paloma, boquita de guinda embalsamada en licor, hechizo de párpados lunares bajo el labio inmóvil del beso. Querer eso. ¿Tan complicado es?. No dice, para eso tu lengua, arrebato carnal que ha de nombrarte amor. Sí, amor. Porque después hay que despertar y saludar a la pobreza en el recibidor, invitarla a un café y dejarla feliz y cantando mientras pasa el polvo a las ceniza nocturna. Sólo las lágrimas sobrevivirán entre las páginas de un libro. Las bellas mujeres, las mujeres bellas odian las guerras pero añoran al primer desertor de la contienda. Las mujeres gestando hijas de soldaditos mansos que levanten templos en los campos de tiro. La niña pregunta al padre cómo completar el puzle que guía la historia del deseo. La paternidad ordena cualquier error del cosmos. Desconfíen de los cometas sin cintas blancas que señale el capítulo donde nos perdimos un día en la ingravidez de la pasión. El sueño, conciencia del alma, nos da la certeza o nos la roba en el último hálito de nuestra sombra. Así es por lo que sueña el poeta.: que amanezca, que amanezca, repite, en la más terrible reverberación de la locura.
Se le volaron los pies tras los grillos en el sur de la noche. Gregorio Samsa, no podía ser de otra manera, hizo buenas migas con él. Le enseñó a dividir vacíos antes de caer de espaldas al suelo sacudiendo sus mil patitas. Luego miró al fondo de la ballena de la boca abierta. Allí sí que había un imperio. Jonás le invitó a entrar y se hundieron las estrellas y sus citas indiscretas. Se las llevó el pájaro a la ventana para su levísima muerte. Quedó el mago, el poeta, el hombre haciendo malabares con la sanguijuela de la ignorancia, el paso patizambo del acróbata, la chica con la falda agitada por el pudor de lo obsceno, el ángel que sostiene el espejo ilusorio de la fragilidad. No despreciéis la sensibilidad de nadie -declaraba Baudelaire-: ahí reside su genio. Y en el futuro, Julio, la luz en el envés de la hojas, antimateria que has de rubricar en la latitud de lo perpetuo. Las mortajas se bordan en la tregua del olvido. Los poetas usan las agujas para tejer epílogos en tierra de nadie. Cae otro árbol. Así es como florecen las palabras.
 
(Texto para la presentación en Madrid del nuevo libro de Julio Obeso "Tres tristes trópicos" y que tuvo lugar en Arrebato Libros el 5 de octubre de 2.012)
 
 
 
 

miércoles, 29 de agosto de 2012

SALOMÉ



De sándalo y miel íbamos desnudos

Yo te escuchaba y tú cantabas

Vencido a mi piel en el delirio

Son las 12. Oscuro e inmoral

Un espíritu llega y de su lengua

Dispara una flecha de cianuro

Ni la noche indulta en su silencio

A un ángel tristemente dominado

El viento, sí


 




lunes, 20 de agosto de 2012

SACRIFICIO


A punto de la asfixia tras el café de la siesta, una mujer creyó conveniente disponer lo único que sabía cierto le traería el último hálito de complacencia. Y tras diseccionar su oreja derecha -era diestra para captar los sonidos aburridos de todo aquello que le rodeaba- se entrega irrenunciablemente a un ir y devenir de campanas y sonajas celestiales en la izquierda, absorta en una meseta de hierba verde insufrible (hasta suena una flauta travesera y timbales desde una coral de voces blancas). Avanza ahora mismo recorriendo el ilusorio decorado, siguiendo la huella de un lobo gris que indica un lugar insondable que sólo él conoce bien. Caminan un bosque hecho de hojas de nogal que su último enamorado le dejó en suerte de suspiros hilvanado en los visillos de la alcoba. Podrían incluso compararse a la bondad de aquellos orgasmos que ella había ido atesorando en una botella de anís y que al rasgar le devolvía ese segundo de espasmo extraordinario como un ave migratoria al término de su vuelo. Se acerca. La bestia, leal a su amo, la conduce al epicentro del altar coronado por brotes de acedías que harán de lecho para la inesperada cita. Viene ya selvática y desnuda con paso de niebla. Asoma en la piel un temblor primario al amparo de la carne, perfumada de rocíos medulares y el espíritu de la sal fluvial de una gárgola entre los muslos. Este hambriento mitad hombre mitad unicornio no deja de observarla. No hay prisa. Las estaciones se entretienen en el jeroglífico de la espalda, en las dóciles plumas abatidas al zumbido del atlas del fin del mundo. Los senos desde atrás.  Las caderas, tallo de abeja en su danza letal. Dónde ella, dónde los sexos han de alojarse y contenerse, dónde la mitad del hombre que sabe donde quiere permanecer por siempre en la litúrgica entelequia del ardor. Se revuelve, se transmuta en yegua embravecida, se ofrece entre la humedad y la lucha por girarse. La mitad del hombre sabe donde habitarla. La otra, esperará el punzante temblor de la certeza tras el rastro de la aguja. Ella dice entra. Dice invádeme ahora de norte a sur este cuerpo inconquistable. La vuelvo frente a mí vencidos ya los dos y la completo, absolutamente inundada de mi espuma, a un acantilado de plenitud infinita.  Pero yo sé que la espiga alzada de mi frente vertebral, haré brotar la sangre que desde su latido -prodigiosamente reencarnado en ella misma-, brinque saciado de dicha con mi mejor sacudida. El mañana será otra naturaleza viva. Ven. Desfallece en mí de nuevo, sueño de verano (se escucha de fondo el tintineo estridente de una alarma de gaviotas aturdidas. El despertador del tiempo marca 38 grados a la sombra)


viernes, 13 de julio de 2012

LA HIJA DEL CAPITÁN NEMO






En aquel instante preciso
Un ángel
Tocó
Su mano

Padre,

Estoy temblando de agua y frío. Me has arrojado a la casa de la tempestad, en el páramo más alto donde la miseria está preñada de sudor y miedo.

Oh, mi hermosa infancia entre las letras cenicientas de Alejandría. Éste, padre, es el mayor naufragio de la tierra prometida. Crecí entre pecios cubiertos de coral, ídolos de recios antebrazos y cálidas mareas al cobijo de la pesadilla incierta de la aurora. Paseábamos midiendo el esplendor del vidrio caligráfico en los profetas legendarios, jugando a la intemporalidad del limo suave del océano. Fuera, los centinelas del caos educaban a los discípulos de la necedad en un blues desafinado por el odio.

Mi eternidad, padre, sentenciada por siempre a esta árida patria donde las lápidas escupen iniciales de inocentes. Están pidiendo justicia y pan para sus huérfanos. Me duelen los oídos y puedo oírles cantar ahora mientras esparcían el trigofelices de sí mismos. Sembraban a sus mujeres, a sus hijos. Sembraban y toda la belleza les era devuelta en frutos y el orden de las estrellas que les acompañaban. Somos albaceas de la herencia de un llanto. Bendito el sacrificio de los que se fueron sin nombre dejando su llama en nuestra conciencia.

Padre, fuiste condenado al destierro por los licenciados en la cláusula de la codicia. Hoy alimentan a sus herederos con un pájaro negro en la cabeza. Poco hueso para tanta baba. Así es la mansedumbre de la victoria: un sedal de alambre para peces ciegos. Te reconozco ahora, sin asilo para respuestas. Cada noche, padre, suena a las 12 el despertador de la historia. Giran y giran las manecillas y una bailarina con escafandra baila en mis ojos. Hay un afogue de lava horadando mis entrañas. La repulsa a la pernada de la carne por los infieles de la lealtad. Tú me enseñaste el arcano mayor de la fábula bajo las ruinas de los dioses. Su luminaria ha sido pasto del embuste en los molares de un tiburón blanco. Inoculan ignorancia, ponzoña de vacío que desgarra mis horas como una turba incontenible de gatos salvajes. Asco digo, perdóname padre. Están bajando el precio a los anuncios por pleitesía. La razón es ya una variz sin retorno. O acaso el traidor anhela su misericordia en el anzuelo consagrado de lo inmortal?

Qué me has dado padre?…Son las 12 y no puedo dormir. Tiemblo de agua y tiemblo de frío. Y no quiero ser vencida. 

lunes, 25 de junio de 2012

SAKURA


(A Shiro Dani por su irradiación)
Cordel herido entre las piernas: Anunciación no consumada. Ni tú ni yo. Crí. Escribamos otro principio. Pero la Belleza. Crí. No temas a la turbación inquieta del deseo. Estamos amparados por el recuerdo inviolable de los fósiles. Crí. Que no nos venza esta  incertidumbre como tormenta de heno. Crí.  Tanta sed de rocío en la piel.  Respira ahora. Florece para mí. Sólo eso. Cri. Tú, el lejano. Mas escucho tu voz . He aquí la mía. Crí, crí, crí…sólo los grillos saben cómo mueren y resucitan los almendros. 


(Imagen original de Carmen Collado.
Shiro Dani: http://poemas-efimeros.blogspot.com.es/)

lunes, 18 de junio de 2012



No eleves aún tu decreto sobre lo confuso
Oh ángel que vives en mí
No me obligues sin voluntad a sucumbir
Al plumón molinillo que el viento aloja
en carcoma de sombra tras la vértebra enajenada
Ven alienígena tenaz de invertida muerte
Poséeme

Mas aparta tu psique feroz y nocturna
De la lumbre que  ha de acabarse reposada

Ante el atormentado ocaso
Que no hay entrega más celestial
Que saberte inmortal y endemoniadamente
Preso en mí, amado mío
Oh ángel que gobiernas oculto y sigiloso

 En mi difunto tránsito


(Imagen © Mónica Ezquerra, de la serie "La Figura del Ècorchè")

jueves, 17 de mayo de 2012

EL PENÚLTIMO VIAJE





Escribir es admitir la posibilidad de que algo suceda

(Williams Burroughs)

 Algo ha sucedido en la escritura de Miguel Ángel Contreras. Ha fragmentado la involuntaria densidad hasta convertirla en polvo de gloria. Todo lo escrito es un una posibilidad conjugada en tres instantes. No se comprendería la desaparición del yo sin el recogimiento del daño, ojo seco de agua salina, restos de la nave atestada por los despojos del pasado. ¿Qué queda de una primavera sin haber amado la rama seca del olivo en la tibia luz del frío?. Él ha querido comprender la soledad sacando al muerto a pasear entre los estragos de la decadencia . Ha dejado al niño en casa jugando con un ábaco de huesos de cuervo, confesando imprecisiones, calculando el tiempo que tarda en estallar el color imposible del olvido. Tú amas el mármol de la diosa, caduca en paños de plástico, fundida en el lacre y la mano peregrina que aparta el sudario. Has llorado al verla descender al infierno celebratorio de la vergüenza. Desafías la roca que contiene la conciencia de los imanes, la pegas al pecho, te escucha y responde que aún no. Vuelves al niño y a todos sus cromos de mariposas disecadas. Te entrega uno y te pide que lo acerques al oído. El muerto dice escuchar una explosión de arena. La sombra que dices no ser, eres tú entre el ábaco y el alma difunta. Amabas a la diosa y el sílice en sus costillas. Lloras y las mariposas hacen un enjambre en el vientre nocturno del muerto. Cruzan las arterias donde un día hubo señales de un hombre despierto con una sola pierna. Un hombre insomne es un hombre que aún no ha dado todo por perdido. Un hombre con demasiados nombres que olvidar en el blanco margen de la melancolía. Un hombre insomne besa los labios fríos a la piedra de sal sin importarle el azogue. Esta ciudad, Miguel Ángel, es un niño con abalorios de conchas en los bolsillo. Salta a espaldas de la orilla del mundo. Todavía no sabe que estás escribiendo en sus pisadas que un día acabarán en palabras, y las palabras grillos, y los grillos hambre, y al hambre piedra de molino. Aire, pides, mar y su líquido murmullo, y flores, todas las flores para caminar entre las almas que ya te sucedieron en el viaje a Petra. Te alumbras loco y cristalino en el escalofrío de la memoria, en su piel, su torre y su grito de anaconda herida. Un hombre sucediéndose así mismo en el origen de cualquier deseo a las puertas de un hotel marchitando utopías. Ahora recorres los desvanes de la ciudad y descubres los sonámbulos de ojos oscuros, los sin ojos. La sombra es el cementerio donde entierras sus naufragios mortales y secretos, señales marchitas en los vagones del ayer. Algo ha sucedido en ti,  Miguel Ángel. Algo se sucede mientras pasa la hoja del tiempo.

(Poética para Miguel Ángel Contreras en su presentación en Madrid de "Libro de precisiones". Bartleby Editores)

viernes, 6 de abril de 2012

GRAVEDAD



Qué hace esa mole imposible apuntando al cielo
Los arboles se sujetan
Casas con vigas
La tierra succionando tierra
Un pájaro vuela. Alguien dispara. Cae
Todo acaba desmoronándose.
La envidia se creció en un alma opaca
Vuela.
Los inventores del cristal la amordazan
La  pegan a palabras que se hunden en el tiempo
Hasta hacerlas añicos
Todo imantado al ansia del cosmos
Nadie contradice
A los  parias del deseo
Lo grave
Es que exista la gravedad
Lo grave es su fuerza
Soldada a lo mortal

No poder elegir
Dónde han de apuntar
Las raíces
Crecer hacia abajo
Cavar
Nuestro propio cementerio
Como si no existiera
El vómito de la memoria



viernes, 23 de marzo de 2012

Cecilia Quílez: AGUA

Cecilia Quílez: AGUA: Yo no sé por qué Mi espíritu amargo De un ala inquieta y loca vuela sobre el mar. Todo lo que me es querido, De un ala de pavor Mi amo...

AGUA


Yo no sé por qué
Mi espíritu amargo
De un ala inquieta y loca vuela sobre el mar.
Todo lo que me es querido,
De un ala de pavor
Mi amor lo cobija a ras de las olas. ¿Por qué?, ¿por qué?

(Paul Verlaine)

A veces los recuerdos muerden envenenando la profecía del alacrán. La cazadora nocturna tensa el arco delirante de la memoria. La tierra se estremece bajo sus pies tatuados en el lenguaje de la henna mientras peina de nácar un soneto en la diana del silencio. Y todo se manifiesta a partir de la revelación del agua, en el arrecife del vértigo donde el azul obsceno te cala hasta los huesos. La fórmula salina es custodiada por el portero de Alejandría. El mar, ya lo deberíamos saber, no tiene quien le guarde. El mar es la prisión sin celdas donde caemos sin red como un peso muerto en la negación del deseo. Ascendemos desde la verdad de la carne y dejamos la caja negra del olvido entre los espíritus náufragos que habitan el abismo inmenso de las palabras jamás pronunciadas. Hay una advertencia universal al miedo en todos sus filos, un dócil mantra que recorre en vena su líquida mordida, ese bálsamo que mata estando vivos mientras más vivos estamos. Pero tú has llegado al corazón de las esponjas exhalando la misericordia del verbo por las branquias con el canto de un juglar ciego. Has ganado de nuevo esta batalla. Estás suspendida en la marea de un llanto sin retorno. En la impenetrable profundidad, yacen los que no comprendieron que no hay final letal en cada verso, que nada muere, que todo pudo ser el sueño de una perla en un bosque de helechos. Fuiste y eres ese océano oscuro donde la luz nocturna reflejaba la fantasía de Andersen, emergiendo a renovarte en las lágrimas de los albatros. Pules el óxido de la sal en la boca de los peces y la fiebre de los titanes de la grandeza que regresan a la gruta saqueada por la nostalgia. Sólo el cíclope pudo dormir sobre la piedra tallada del oráculo asida a tus tobillos. Agua como abrazo universal insobornable al vuelo de los cuervos en su exilio moribundo de lo fatalmente irracional.  A veinte mil leguas de profundidad, está la fuente cristalina donde mana eternamente tu verdad purificada en la estación de la inocencia. Iniciemos el descenso.

(Texto para la presentación de "Pecios sin nombre" de Idoia Arbillaga* en Madrid, Sala Triángulo, 22 de marzo de 2.012)



 

sábado, 11 de febrero de 2012

FÍSICA CUÁNTICA

Existe un universo donde somos dos extraños. Paralelamente estamos hechos el uno para el otro. En astrofísica, podemos ser incluso dos partículas que jamás se encontrarían en un agujero negro. O un enigmático antojo de la figuración abstracta en la mente del artista. Sigamos imaginando, aunque mortifique la espera de algo hipotético. Disfrutas saboreando el té por la mañana mientras repasas las noticias en un diario que alguien deja cada día en la puerta. Estudio tus dedos y las uñas limpias y cuadradas. Pasas una mano por el cabello y de ahí a una hoja, embriagándote en el aroma de las letras recién timbradas. Me gusta deleitarme  en ese segundo de lo intangible mientras imagino el resbalar amargo de la tibia infusión por mi garganta. Estoy apoyada en la puerta, calladamente, como podría estar en otro espacio esa molécula imperceptible de la ciencia inexacta que enloquece maquiavélicamente a un investigador. Tan ambigua como el desafío que espera casi siempre apostado en una puerta de salida o entrada. Soy, a duras penas, un cálculo porcentual de acierto inmaterializado en la atmósfera. Tentemos a la posibilidad de un nuevo bigbang. Juguemos a crearnos partiendo desde cualquier punto de apoyo. Propones ir a bailar. Te gustará, insistes. Ignoras cómo son mis ojos y  que me mata la intensidad de la belleza que aún no conozco. La virtud de la seducción nace desde la retina y viaja inexorablemente hacia el resto de los sentidos. Así que salimos en busca de la danza mágica de los cuerpos celestes. No sé bailar. Qué importan los códigos  entre el uno y el otro. Mirarles ahora: no se han rozado todavía pero ya bailan. Entonces pienso en la infinitésima probabilidad de que se cumpla la fórmula de las partículas de polvo de Duchamp. Si lo piensas, es que existen. Y somos. Déjate llevar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

10 PERRITOS


La rompió en dos. Le veía marchar ahora igual que la primera vez que se conocieron –tal vez, porque nunca llegó a ella-. La almohada bien sabía desde ese instante su estado de duermevela. Imaginaba que no había pasado el tiempo desde la conmoción de aquella imagen: un hombre que venía e iba como una columna napoleónica en la victoria bajo su abrigo negro. Cara y envés de una inocente estrategia inadvertida justamente cuando su bandera se encontraba a media asta. Las cruzadas del corazón siempre acaban escritas por perdedores. Ella ya no durmió ni esa noche ni las siguientes. Todo parecía una alfombra de césped tan perfecto que dolía a la vista contemplar su iridiscencia. Vinieron los brindis, la penumbra impostada en las persianas bajadas, las manos como esponjas, los atardeceres planetarios en el ángelus del sexo. Las sirenas crujían mansamente en la orgía incendiaria sin más brasas que ellos. Luego se durmió arrumada en la curva de su cuerpo con cautela hospitalaria. Faltaba el perro que diera fe a esa efímera complacencia del bienestar en la intersección del peligro. Paseaban los tres en los mediodías conyugales de fin de semana multiplicados a la par en cuatro estaciones. Nada parecía más creíble que el eco de la costumbre. Pero…(y lamento no poner el fin que todos esperan porque, de otra manera, esto sería una película de sobremesa, y hoy por hoy, no me rinden cuentas para desenlaces alegres)…él dejó de cuidar el abrigo, aquel gabán que le hacía flotar en el aire como un dandi de película gris “Bajo la lluvia equivocada” (tampoco cobro por mencionar a Vanesa(*), pero es que era inevitable no hacerlo). Corrió las cortinas al agotamiento de sus huesos y dejó de mirar el atardecer esperando una cena digestiva antes de bajar a caminar los tres por el mismo camino que ya calzaban la memoria de sus pasos. Ella seguía sin dormir. Aquella escena del principio seguía pegada a su almohada como un cataclismo desbordado en un dique. Ella era el incendio. Pero no había alarma que diera aviso para socorrerla. Sólo le quedaba bajar y subir y contar ciclos lunares, como el que tacha un asunto incómodo en la agenda de los juramentos. Ya pasará, pensaba. Porque no todo en esta vida es una obligación…perdón -rectifico en la libreta- menos cuidar a un perro, que de nada tiene la culpa. Y todo esto en un segundo, como pasa de largo un mal sueño (ahora, por favor, déjenme llorar…o cambien de canal).

(*) Vanesa Pérez Sauquillo

martes, 24 de enero de 2012

BES-ARTE


“Seré vías por las que no pasa el tren, seré playa pero sin agua,
seré hombre y seré mujer para cuando me pidas que te quiera
sea el mejor amante y tú mi posada, refugio, árbol, nada.”
(“Seré nada”. Guillermo del Pozo).


Dices cuidarme, ángulo triste
Ése que ni saben
Ver o ser fingido
A tu lado, mordida que me puede

Dices, amor, que nadie es nada
Soy, posiblemente, la parte que a tu banco
Le faltas y completo
Entre salmo y agua tras el velo

Por eso y por más
Tengo que amarte
En la justa condena que esta noche
Quema a muerte

Ay, cabeza loca
Juegas
A la gloria a un solo pie
Sin pecado
con Ce Vida

martes, 10 de enero de 2012

MARCAS

Mi último día fue una pantomima planificada y en orden a la demanda de acabarme de una vez por todas. La verdadera fiesta a mi desaparición debía concluir sin dejar rastro. Era algo que siempre me había obsesionado: ser un cadáver de muerte interior, sin costuras violentas que justificaran trágicamente un informe forense disciplinario. Nunca me gustaron las despedidas mediocres. Pero apareciste en el culminante homenaje de la autocomplacencia y acabaste con mi plan. Aquella luna en el cenit sobre nosotros y tú obligándome a mirarte mientras apretabas mi cuello en cada sacudida de las vidas que ya no me quedaban. Claro que sí, decías, muere amor, pero conmigo. Desde entonces, asisto condenadamente impávida a la esclavitud de ese bastardo instante.  Sin aire, para cuando golpees hambriento el tragaluz en noches como esta. Quienquiera que fuiste. Que serás: Dame el tiro de gracia y reza por ti. Es mi voluntad final.

 

jueves, 5 de enero de 2012

REPLICANTE

Estoy. No me hace falta más. Soy una androide de pómulos tristes, pero no tengo la culpa. Cuando ponen una rejilla delante mi sistema borra toda invisibilidad accesoria. Ando siempre de frente porque no sé dar pasos hacia atrás. Voy y respiro sin tragedias. No tengo marcas de salvación porque jamás he necesitado medicina contra la rabia.  Tampoco estoy programada para el rencor. Vamos, que paso (expresión repetitiva que el programa induce a mi circuito en el más alto nivel de felicidad subliminal). El sedimento universal  del recuerdo positivo repara los efectos del presente y  activa una descarga automática desde la fase reset: Resurgir. Experimentar con las notas musicales, la gama de colores, los metales olvidados. Jugar a la traba, a la rayuela, a la cerilla incombustible del deseo. Detener la vulgaridad caníbal de la ignorancia. Abrir la veda del desorden. Ir. Llegar sin pretensiones. Mientras la tierra se abre impúdicamente humillada, alguien busca remedio al desastre del error. Sabed que esto no es más que una treta programada de mi creación. Soy un prototipo con un pequeño fallo en este código binario. Que alguien ponga remedio a la necedad. Es lo único que no me sienta bien. Mecánicamente hablando.