“Las olas llegan y vuelven a llegar, no paran, insisten, son
metáfora de la vida. De las putadas de la vida, del despertar para volver a
dormir. Del nacer para volver a morir. Hay caricias, abrazos, palabras,
llantos, frases que envuelven todos los pasados. Victorias que obligan a
empezar, derrotas que obligan a continuar, espacios que no se volverán a pisar
y sin embargo uno queda allí. Personas que quedan en uno, en lo más profundo.
Y se espera, es la ilusión de encontrar la ola.”
(Justo Mon. Aventuras de un surfista punk, 43)
En la
unificación de las ausencias, hay un mar que se niega a devolver las flores acariciadas
bajo el silencio de las lágrimas de Lorenzo. Dices que la mano de tu
madre toca tu frente y se abre de nuevo la
posibilidad de traspasar el límite de lo eterno. Hablas de la resaca de la vida
mientras salinizas la red del pescador de naipes tomando a sorbos pequeños el
orujo de las mañanas. La sed de grial enmudece a las muchachas de la orilla ante
tu desnudo argonauta de vanguardia colorista. Lleva un curso de retraso esta
muerte por deshacerse en la belleza, de hurgar en el invierno un acantilado
donde sólo vive un cormorán y un arrecife corta la línea horizontal del paraíso
perdido (“caerán ángeles - anticipaba Milton- ruge la confusión del caos”).
Mañana seguirá siendo mañana, apunta en tu cuaderno de bitácora celestial,
querido Justo. Anota también que el más árido azote al tiempo es el olvido de todos
los aniversarios difuntos, de todos los
natalicios venideros, del hilo mojado del caracol en un arrabal de versos. La
edad se arrincona ordenadamente como la leña en la estación del otoño,
esperando el conjuro del fuego. Hemos bebido contigo del líquido digital donde se imanta el devenir cíclico del mundo ante
la precariedad del silencio. Desobedecimos junto a Cummings las costumbres de
los náufragos, cifrando oraciones noctámbulas en los márgenes de insomnios
incendiarios, desbrozando las causas de la ceguera. Abrías los ojos y todo era
una tormenta de arena donde cantaban sirenas desde el fondo anárquico de la
lógica. Pero siempre regresábamos como dioses arcanos, saciados de sal y polvo
de estrellas. Amaneció mañana en el mismo punto donde ha de encontrarse la
victoria inmaculada de la memoria. Y en la tuya, que ya es vértigo de luz, esta
marea detenida en el más hermoso y crepuscular estío.
(Carta a Justo Mon en el homenaje recibido en Madrid el día
18/10/2.012 en el Bukowski Club. Imagen de Fredy Llerena, "El pez volador")