En aquel instante preciso
Un ángel
Tocó
Su mano
Padre,
Estoy
temblando de agua y frío. Me has arrojado a la casa de la tempestad,
en el páramo más alto donde la miseria está preñada de sudor y
miedo.
Oh,
mi hermosa infancia entre las letras cenicientas de Alejandría.
Éste, padre, es el mayor naufragio de la tierra prometida. Crecí
entre pecios cubiertos de coral, ídolos de recios antebrazos y
cálidas mareas al cobijo de la pesadilla incierta de la aurora.
Paseábamos midiendo el esplendor del vidrio caligráfico en los
profetas legendarios, jugando a la intemporalidad del limo suave del
océano. Fuera, los centinelas del caos educaban a los discípulos de
la necedad en un blues desafinado por el odio.
Mi
eternidad, padre, sentenciada por siempre a esta árida patria donde
las lápidas escupen iniciales de inocentes. Están pidiendo justicia
y pan para sus huérfanos. Me duelen los oídos y puedo oírles
cantar ahora mientras esparcían el trigofelices de sí mismos.
Sembraban a sus mujeres, a sus hijos. Sembraban y toda la belleza les
era devuelta en frutos y el orden de las estrellas que les
acompañaban. Somos albaceas de la herencia de un llanto. Bendito el
sacrificio de los que se fueron sin nombre dejando su llama en
nuestra conciencia.
Padre,
fuiste condenado al destierro por los licenciados en la cláusula de
la codicia. Hoy alimentan a sus herederos con un pájaro negro en la
cabeza. Poco hueso para tanta baba. Así es la mansedumbre de la
victoria: un sedal de alambre para peces ciegos. Te reconozco ahora,
sin asilo para respuestas. Cada noche, padre, suena a las 12 el
despertador de la historia. Giran y giran las manecillas y una
bailarina con escafandra baila en mis ojos. Hay un afogue de lava
horadando mis entrañas. La repulsa a la pernada de la carne por los
infieles de la lealtad. Tú me enseñaste el arcano mayor de la
fábula bajo las ruinas de los dioses. Su luminaria ha sido pasto del
embuste en los molares de un tiburón blanco. Inoculan ignorancia,
ponzoña de vacío que desgarra mis horas como una turba incontenible
de gatos salvajes. Asco digo, perdóname padre. Están bajando el
precio a los anuncios por pleitesía. La razón es ya una variz sin
retorno. O acaso el traidor anhela su misericordia en el anzuelo
consagrado de lo inmortal?
Qué
me has dado padre?…Son las 12 y no puedo dormir. Tiemblo de agua y
tiemblo de frío. Y no quiero ser vencida.