Escribir es admitir la posibilidad de que algo suceda
(Williams Burroughs)
Algo ha sucedido en la escritura de Miguel Ángel Contreras.
Ha fragmentado la involuntaria densidad hasta convertirla en polvo de gloria.
Todo lo escrito es un una posibilidad conjugada en tres instantes. No se
comprendería la desaparición del yo sin el recogimiento del daño, ojo seco de
agua salina, restos de la nave atestada por los despojos del pasado. ¿Qué
queda de una primavera sin haber amado la rama seca del olivo en la tibia luz
del frío?. Él ha querido comprender la soledad sacando al muerto a pasear entre
los estragos de la decadencia . Ha dejado al niño en casa jugando con un ábaco de
huesos de cuervo, confesando imprecisiones, calculando el tiempo que tarda en
estallar el color imposible del olvido. Tú amas el mármol de la diosa, caduca
en paños de plástico, fundida en el lacre y la mano peregrina que aparta el
sudario. Has llorado al verla descender al infierno celebratorio de la
vergüenza. Desafías la roca que contiene la conciencia de los imanes, la pegas
al pecho, te escucha y responde que aún no. Vuelves al niño y a todos sus
cromos de mariposas disecadas. Te entrega uno y te pide que lo acerques al oído.
El muerto dice escuchar una explosión de arena. La sombra que dices no ser, eres
tú entre el ábaco y el alma difunta. Amabas a la diosa y el sílice en sus
costillas. Lloras y las mariposas hacen un enjambre en el vientre nocturno del
muerto. Cruzan las arterias donde un día hubo señales de un hombre despierto
con una sola pierna. Un hombre insomne es un hombre que aún no ha dado todo por
perdido. Un hombre con demasiados nombres que olvidar en el blanco margen de la
melancolía. Un hombre insomne besa los labios fríos a la piedra de sal sin
importarle el azogue. Esta ciudad, Miguel Ángel, es un niño con abalorios de
conchas en los bolsillo. Salta a espaldas de la orilla del mundo. Todavía no sabe
que estás escribiendo en sus pisadas que un día acabarán en palabras, y las
palabras grillos, y los grillos hambre, y al hambre piedra de molino. Aire,
pides, mar y su líquido murmullo, y flores, todas las flores para caminar entre
las almas que ya te sucedieron en el viaje a Petra. Te alumbras loco y cristalino
en el escalofrío de la memoria, en su piel, su torre y su grito de anaconda
herida. Un hombre sucediéndose así mismo en el origen de cualquier deseo a las
puertas de un hotel marchitando utopías. Ahora
recorres los desvanes de la ciudad y descubres los sonámbulos de ojos oscuros,
los sin ojos. La sombra es el cementerio donde entierras sus naufragios
mortales y secretos, señales marchitas en los vagones
del ayer. Algo ha sucedido en ti, Miguel
Ángel. Algo se sucede mientras pasa la hoja del tiempo.
(Poética para Miguel Ángel Contreras en su presentación en Madrid de "Libro de precisiones". Bartleby Editores)