El argonauta traspasa el dique surfeando sobre la madre
de la fiebre. En las noticias, una calavera habla sobre la mano izquierda de su
asesino. Hay restos de hueso y pólvora
entre los labios de la memoria. Piernas y brazos cercenados como muñones secos implorando
el arrepentimiento de los feligreses. Mártires de la misericordia sin título ni
sepulcro bajo el mármol de los templos. Nuestra niñita invierte un reloj de
arena que oscila juguetón entre su índice y pulgar. Cuenta en cinco segundos su
agonía. Yo que tanto quise no tengo ya valor. Oremos por la gula del plancton
(voz en off. Interferencia canalla: Voy a comerte el corazón). Todo es relativo
menos el hambre. Tu brújula devora en el sur el ansia de un hundimiento. Cinco
segundos más. Vena, toma mi sangre y devuélveme la garganta. Concédeme la
licencia de los cuerpos celestes. Y otro amanecer más en la clemencia de los
expatriados. Uno, dos, tres…